La vida moderna, se ha convertido en un mundo adultocentrista, de exigencias y de un ritmo tal, que resulta difícil equilibrar la vida laboral con la vida familiar, considerando los procesos de los niños/as.
Hemos visto a madres y padres que tienen el tiempo y la disposición para atender las necesidades físicas y emocionales de sus hijos/as, y que no están trabajando fuera de casa, y como contraparte, padres y madres que llevan una vida laboral fuera de casa, que, muchas veces, no logran cubrir aquellas necesidades y que quizá hasta sienten culpa por ello.
No es habitual que en las empresas se consideren realmente las necesidades de una familia para lograr, por un lado desarrollarse en lo laboral y cumplir con las exigencias del trabajo y por otro lado llevar una vida familiar armónica en donde adultos y niños/as tengan espacios y tiempo para compartir, relacionarse, quererse, comunicarse, recrearse y profundizar en todo aquello que hace una familia.
Frente a esto, nos queda la importante tarea de elevar al máximo la calidad del tiempo que destinamos a entablar y fortalecer la relación que tenemos con nuestros niños/as, respetando cada hito que se da en su proceso de desarrollo y validando a ese Ser en su cualidad de único. Los niños/as necesitan ser vistos por su madre y su padre, en el amplio sentido de la palabra, para desarrollarse como seres humanos sanos y felices, capaces de llevar las riendas de su vida en la adultez.